sábado, 22 de diciembre de 2012

Carta a Paulina Movsichoff-María Esther Lucero Saá



Buenos Aires, 23 de octubre de 1990

Querida Paulina:
  No sé qué pasó que no me llamaste. Yo pensaba no sólo entregarte la antología donde salen publicados algunos de mis poemas, sino seguir conociéndote, pues eres una mujer muy representativa de San Luis y no sólo de San Luis sino de Latinoamérica.
  Hay una frase de Joyce que siempre me acompaña: “esas grandes palabras que nos hacen tan desdichados”. No existen palabras más humildes para expresar la admiración y querría decirte esto con palabras muy simples, muy delicadas. 
  Veo que a través d tu escritura se revela un gran mujer, interesante, talentosísima, que a su debido momento la van a reconocer más aún. 
  Últimamente te vi muy sola, un poco triste. Vivimos en un país muy jodido, con grupos muy jodidos, la política cultural es bastante negativa, injusta, torpe.
  Al leer tu novela Las fábulas del viento sentí que al fin un escritor podía expresar tan apasionadamente lo que yo sentí por mi tierra y seguramente lo que muchos han sentido.
  Sentí representada muy cabalmente a la mujer puntana, con su rebeldía contenida por la cultura, con toda la gama de sentimientos que una mujer o un hombre pueden sentir.
  Ví representada no sólo a la clase dirigente sino los personajes más simples de San Luis. Todos están ahí, vistos por vos desde México, con un vocabulario tan amplio como la amplitud de tu alma y la libertad con que te expresás.
  Sentí también que no sólo estabas viendo a San Luis sino a cualquier pueblo latinoamericano, pueblos que fuiste conociendo a través de tu joven vida.
  Quisiera darte fuerzas, decirte que tu energía va a seguir, que puede ser que estés pasando por un período de soledad, viendo lo mucho que uno siembra y la cosecha no llega. Pero yo sé que vas a recibir mucho pues tu entrega y tu capacidad de trabajo son admirables.
  Vuelvo a esa palabra tan extraña: “Admiración”. Parece que fuera una palabra que nos aleja más que acercarnos. Uno no puede ser una estatua. Pero por ahora no tengo otra palabra. Esas mujeres vivientes como Matilde, que has logrado recrear magníficamente, con atemporalidad, me dicen que tal vez me vuelvas a llamar. Es muy linda la amistad. Más aún cuando se comparten tantas cosas, o la soledad es inmensa y hay muy pocos sabios que sepan comprenderla como vos lo hiciste conmigo. Y eso no se olvida.

                                                   Hasta siempre

                                                               María Esther




María Esther Lucero Saá fue una poeta puntana y prima mía. Nació en 1950 y puso fin a su vida por decisión propia en 1996. Publicó un solo libro de poemas: "A cielo abierto". Aquí esta carta suya que encontré pegada en la página de uno de mis diarios y que me conmovió. Hasta siempre, María Esther.