Buenos Aires, 23 de octubre de 1990
Querida Paulina:
No sé qué
pasó que no me llamaste. Yo pensaba no sólo entregarte la antología donde salen
publicados algunos de mis poemas, sino seguir conociéndote, pues eres una mujer
muy representativa de San Luis y no sólo de San Luis sino de Latinoamérica.
Hay una frase
de Joyce que siempre me acompaña: “esas grandes palabras que nos hacen tan
desdichados”. No existen palabras más humildes para expresar la admiración y
querría decirte esto con palabras muy simples, muy delicadas.
Veo que a
través d tu escritura se revela un gran mujer, interesante, talentosísima, que
a su debido momento la van a reconocer más aún.
Últimamente
te vi muy sola, un poco triste. Vivimos en un país muy jodido, con grupos muy
jodidos, la política cultural es bastante negativa, injusta, torpe.
Al leer tu
novela Las fábulas del viento sentí que al fin un escritor podía expresar tan
apasionadamente lo que yo sentí por mi tierra y seguramente lo que muchos han
sentido.
Sentí
representada muy cabalmente a la mujer puntana, con su rebeldía contenida por
la cultura, con toda la gama de sentimientos que una mujer o un hombre pueden
sentir.
Ví
representada no sólo a la clase dirigente sino los personajes más simples de
San Luis. Todos están ahí, vistos por vos desde México, con un vocabulario tan
amplio como la amplitud de tu alma y la libertad con que te expresás.
Sentí también
que no sólo estabas viendo a San Luis sino a cualquier pueblo latinoamericano,
pueblos que fuiste conociendo a través de tu joven vida.
Quisiera
darte fuerzas, decirte que tu energía va a seguir, que puede ser que estés
pasando por un período de soledad, viendo lo mucho que uno siembra y la cosecha
no llega. Pero yo sé que vas a recibir mucho pues tu entrega y tu capacidad de
trabajo son admirables.
Vuelvo a esa
palabra tan extraña: “Admiración”. Parece que fuera una palabra que nos aleja
más que acercarnos. Uno no puede ser una estatua. Pero por ahora no tengo otra
palabra. Esas mujeres vivientes como Matilde, que has logrado recrear
magníficamente, con atemporalidad, me dicen que tal vez me vuelvas a llamar. Es
muy linda la amistad. Más aún cuando se comparten tantas cosas, o la soledad es
inmensa y hay muy pocos sabios que sepan comprenderla como vos lo hiciste
conmigo. Y eso no se olvida.
Hasta siempre
María Esther
María Esther Lucero Saá fue una poeta puntana y prima mía. Nació en 1950 y puso fin a su vida por decisión propia en 1996. Publicó un solo libro de poemas: "A cielo abierto". Aquí esta carta suya que encontré pegada en la página de uno de mis diarios y que me conmovió. Hasta siempre, María Esther.