viernes, 11 de diciembre de 2009

Emily Dickinson- Tres poemas





119

Háblale con prudencia a un mendigo
del Potosí y sus minas
y reverencia al que tiene hambre
de tus viandas y vinos.

Da a entender con cautela al prisionero
que llegaste a ser libre:
anécdotas de aire en las mazmorras
han resultado de mortal dulzura.

135

Aprendemos el agua de la sed
y la travesía de los mares de la tierra,
el arrebato de la angustia
y la paz del recuento de batallas,
el amor de su hueco memorioso,
de la nieve los pájaros.

136

Si tienes un arroyo pequeñito en el pecho
donde brotan tímidas flores
y ariscas aves bajan a beber
entre sombras que tiemblan,

y tan callado fluye
que nadie lo sospecha
pero tú bebes cada día en él
tu sorbito de vida,

guárdalo en marzo cuando los ríos se desbordan
cuando la nieve corre
por la colina abajo
y la crecida arrastra puentes,
y más tarde, en agosto
cuando el prado esté perdido,
cuida que este pequeño arroyo vivo
no se seque un quemante mediodía.

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